Interocepción Social

Caso en favor del tratamiento de las enfermedades mentales a través del cuerpo en un entorno social

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El creciente campo de la interocepción social —que examina cómo surgen las emociones sociales a partir de la valoración subjetiva de los estados corporales— aboga por que los problemas de salud mental se conviertan en “problemas de salud social” construye nuevas formas de tratamiento social encarnado, incluida la terapia asistida con psicodélicos. He hablado con investigadores de la UC de San Diego, el laboratorio de desarrollo social de la universidad de Utah y la universidad de Zúrich para saber más.

Fue al estudiar una parte del cerebro llamada ínsula cuando el neurocientífico John Allmann se dio cuenta por primera vez de que la autoconciencia y la conciencia social forman parte del mismo sistema.1 La ínsula, situada en lo más profundo de la cisura de Silvio, un centro de conectividad disfrazado de isla dentro de sí mismo , es una de las principales estructuras cerebrales responsables de convertir los estados corporales en emociones sociales. el contacto íntimo en sentimientos de placer o el tono áspero de un padre en sentimientos de vergüenza. Si no recibimos la atención adecuada durante la niñez, la forma en que la ínsula codifica la relación entre nuestro cuerpo y las emociones sociales puede cimentarse de forma inadecuada, lo que conduce más adelante a una propensión a padecer problemas de salud mental.2 Existen cada vez más pruebas de que es posible cambiar esta relación, ya que la ínsula también desempeña un papel en prácticas terapéuticas como la meditación , la confianza en el cuerpo  y la terapia asistida con psicodélicos. En conjunto, estos resultados sugieren que el vínculo entre el cuerpo, el yo y las emociones sociales en la salud mental más importante de lo que podríamos pensar, lo que pone de relieve la necesidad de más formas de terapia dirigidas directamente a las emociones sociales a través del cuerpo.

El Yo corporal

La función principal de la ínsula —ayudarnos a reconocer lo que experimentamos en función de lo que sentimos— se denomina interocepción. Esta nos permite interpretar un “estómago vacío” como hambre física o las “mariposas” como excitación o miedo. Como ya hemos dicho, las emociones sociales surgen de este proceso. A pesar de la conexión entre la interocepción y las emociones sociales, a los orígenes sociales de la interocepción.

El trabajo pionero de Kristina Oldroyd en el Laboratorio de desarrollo social de la Universidad de Utah sugiere que las experiencias sociales tempranas afectan significativamente a las áreas del cerebro responsables de la interocepción al influir en el desarrollo del Yo corporal. El equipo de investigación de Oldroyd ha descubierto que puede perjudicar la capacidad del niño para formar representaciones precisas de las sensaciones corporales.3 Por ejemplo, cuando un niño que aprende a caminar se cae y siente dolor físico, una respuesta sensible de los padres podría ser: «eso te habrá dolido», mientras que una respuesta insensible sería: «estás bien, no te ha dolido, ». Para que el niño se sienta cómodo detectando, reconociendo y expresando las señales corporales, el progenitor debe darse cuenta de lo que experimenta el niño, llamar la atención conjunta sobre ello y etiquetario:3

«En la medida en que los cuidadores reconozcan, honren y respeten las experiencias corporales de sus hijos, el niño desarrollará una interocepción más precisa», explica Olroyd. «En la medida en que las experiencias corporales del niño sean negadas, devaluadas, ignoradas o castigadas por los padres, el niño encontrará formas de evitar sentirlas y desarrollará un sentido distorsionado de la interocepción».3

Oldroyd afirma que el modo en que aprendemos a regular el dolor físico no difiere del modo en que aprendemos a regular el dolor emocional: en ambos casos, socializamos a través de la experiencia corporal. Los estudios neurocientíficos apoyan su teoría, ya que demuestran que los niños con estilos de apego ansioso o evitativo tienen un volumen insular notablemente inferior al de los niños con apego seguro.4 a lo largo de la vida adulta de esos niños, cuando las relaciones se vuelven más complejas y la regulación socioemocional es cada vez más importante, Oldroyd cree que. También puede alejar a algunos de nosotros de la conexión social cuando, irónicamente, puede ser precísamente lo que más necesitamos.

Interocepción y salud social

«Una idea en la que estoy trabajando», dice Andy Arnold, psicólogo y experto en interocepción de la Universidad de California en San Diego y profesor invitado del Knox College, «es que la interocepción podría ser un fundamental para evaluar los recursos necesarios en nuestras vidas. Si la comprensión interoceptiva está desactivada, uno podría no ser capaz de percibir con precisión la falta de recursos necesarios [como] la conexión social y actuar en consecuencia». Por ejemplo, la adicción podría ser una evaluación errónea de los recursos en la que “se sobrevalora la droga pero se infravaloran otros estímulos de la vida”, Arnold también añadió que, probablemente, la ínsula desempeña un papel fundamental en este proceso.

También funciona a la inversa: el abuso de sustancias altera la interocepción y daña la ínsula. Las imágenes cerebrales de las personas con trastorno por consumo de alcohol muestran una reducción significativa de la materia gris en la ínsula, marcada por una profunda pérdida de neuronas de von Economo (o “células de empatía “),5 una especialización evolutiva relativamente reciente en los seres humanos que se considera crucial para la sensibilidad interoceptiva y el comportamiento prosocial.6 Paradójicamente, en ciertos casos, el daño a la ínsula revierte las conductas adictivas. En un estudio de 2015 sobre la adicción, investigadores de la Universidad del sur de California observaron que: «por un lado, la dependencia del alcohol daña la ínsula. Por otro lado, el daño causado a la ínsula reduce el deseo de consumir alcohol.»7

esto no es una contradicción si se considera la adicción como un problema de salud social. La ínsula podría motivarnos normalmente a buscar una recompensa social, pero si no podemos nuestras necesidades socioemocionales en función de lo que sentimos, a las sustancias para . El consumo excesivo de sustancias puede ser como poner el combustible equivocado en el depósito: cuando el cerebro y el cuerpo anhelan conexión social, darle otra cosa acaba por perjudicar el motor con el paso del tiempo, aunque parezca que funciona bien. En este caso, tal vez la relación habitual con la droga dure más que la motivación original para consumirla. Por otro lado, dañar la ínsula directamente puede destruir el registro de la sustancia como sustituto de la recompensa social y, por tanto, reducir inmediatamente el deseo de consumirla.

La ínsula nos muestra lo equivocados que podemos estar al etiquetar trastornos como la adicción, la ansiedad, la depresión y el abuso de sustancias como problemas de “salud mental”. Si la interocepción se desarrolla inicialmente en el contexto de las relaciones interpersonales, también lo harán muchas de nuestras aflicciones, y también deberían hacerlo sus tratamientos.

a través del cuerpo

En noviembre de 2019, Arnold y su colega, la neurocientífica Karen Dobkins, publicaron la primera discusión académica sobre lo que llaman “interocepción social” en la que argumentaron que la capacidad interoceptiva facilita la conexión social.8 Para entender cómo podría funcionar la interocepción en una situación social, imaginemos un encuentro que acelereel ritmo cardíaco, que es una respuesta destinada a aumentar el estado de alerta y preparar la reacción de “lucha o huir”. Dobkins y Arnold creen que tal vez no sea la respuesta fisiológica en sí la que provoca el estrés social, sino la interpretación subjetiva de la misma. Hacen referencia a una serie de estudios realizados por investigadores de Múnich que utilizaron tests de estrés social diseñados 9 y la exclusión social10 en un entorno de juego para medir la interocepción. Los investigadores descubrieron que las personas con una mayor precisión interoceptiva manifestaban menos emociones negativas tras una situación social desafiante, a pesar de que su ritmo cardíaco y su conductancia cutánea eran similares a los de los participantes con menor precisión interoceptiva. En otras palabras, dos personas pueden tener el mismo estado corporal interno pero experimentar niveles completamente diferentes de malestar social.

«Esto nos lleva a la interesante idea de que quizás una mayor precisión interoceptiva permite identificar la respuesta fisiológica como resultado de una “situación social” externa objetiva, no como atributo de uno mismo», dicen Dobkins y Arnold. «Esto podría ser reflejo de una mejor regulación emocional en situaciones sociales». Oldroyd se hace eco de estas ideas en su trabajo: «Es el , más que el hecho de notarlas,lo que contribuye a los síntomas cognitivos y conductuales de la ansiedad».

Hay un subtexto importante en estas afirmaciones: quizá no nacemos con nuestras diversas neurosis sociales. Quizá nacemos con un sesgo hacia las señales sociales positivas, hacia el vínculo con los demás. Una mala interocepción, a menudo desarrollada en el contexto de una infancia desfavorable, puede ser lo que hacia las señales negativas. La manera de restablecerla, dice Dobkins, sería empezar a escuchar y confiar en nuestro cuerpo antes de que la mente saque conclusiones. En su trabajo sobre la soledad, Dobkins y Arnold descubrieron que había una medida de interocepción en particular, la confianza en el cuerpo, que predecía las variaciones de la soledad subjetiva  entre los estudiantes universitarios de la UCLA,11 lo que sugiere que conectar con el cuerpo permite conectar con los demás, ya sea haciendo más amigos o amigos diferentes. Cuanto más confíes en tu cuerpo, más capaz serás de interpretar sus señales, de interpretar las señales de los demás y de conectar con ellos.

«¿Conoces la sensación de que tú y otra persona estáis “en sintonía”?» dice Dobkins. «Pues bien, no me refiero a eso. Eso es la mente informando y diciendo:  “la otra persona y yo creemos o queremos lo mismo”. La conexión es un asunto corporal. Es un conocimiento que está en el cuerpo, lo cual significa que tienes que conocer tu cuerpo».

El creciente campo de la interocepción social puede ayudarnos a entender y tratar mejor no sólo la soledad, sino también la ansiedad, la adicción, los trastornos alimentarios, la depresión y otras afecciones tradicionalmente asociadas a patrones de pensamiento en vez de señales corporales. De hecho, la interocepción social puede ser una pieza clave del rompecabezas para explicar cómo funciona la terapia asistida con psicodélicos.

Drogas psicodélicas e interocepción

Como parte de la red de saliencia, una de las principales funciones de la ínsula es orquestar la actividad entre otras redes, incluyendo la red neuronal por defecto y la ded ejecutiva central. En 2017, Robin Carhart-Harris y su equipo de investigación del Imperial College de Londres descubrieron que la hipoconectividad de la ínsula es «una firma neurobiológica de la experiencia con MDMA», y se correlaciona con la reducción de la ansiedad, la alteración de las sensaciones corporales y los cambios en la interocepción.12 «Una mayor comprensión de cómo la MDMA afecta a la ínsula», según Carhart-Harris, «podría ser crucial para dilucidar los fundamentos neurobiológicos del interés resurgente en la MDMA como complemento terapéutico de la psicoterapia en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, incluido el TEPT». Otros equipos han encontrado resultados similares que relacionan la hipoconectividad de la ínsula con la experiencia con LSD.13

Las investigaciones sobre los correlatos neuronales en diferentes tipos de meditación mindfulness apuntan también a la ínsula y al cuerpo. En el  comentario de un estudio sobre “Bondad Mmorosa”, “Atención Focalizada”, “MonitorizaciónAbierta” y “Recitado de Mantras”, Carhart-Harris señala que, aunque estos cuatro estilos de meditación están claramente disociados por sus correlatos neuronales, hay «algunos patrones recurrentes de modulación de la actividad, en particular en la ínsula, un área multisensorial importante muy implicada en la conciencia interoceptiva.»)14 Además, sugiere que la participación de la ínsula en los cuatro estilos de meditación apunta hacia «el papel central del control de la atención en la conciencia corporal y  en la respiración en particular durante varias prácticas contemplativas». Como vemos, la conciencia corporal está estrechamente vinculada a la emoción social, lo que puede ayudar a explicar los beneficios tanto de la meditación mindfulness como de la terapia psicodélica.

Psicodélicos y conexión

En la Universidad de Zúrich, Katrin Preller estudia los beneficios de los psicodélicos para la salud social. Su trabajo en este campo confirma la noción de Allmann de que la forma en que nos vemos a nosotros mismos está inextricablemente entrelazada con la percepción social. Por ejemplo, se ha descubierto que la psilocibina y el LSD reducen el dolor social a través de alteraciones en el autoprocesamiento,15 lo que incluye experiencias de unidad y conexión.

«Uno de los principales aspectos de la experiencia psicodélica es la sensación de conexión con el universo y la naturaleza, pero también con el entorno social», Preller. «Además, observamos un aumento de la empatía emocional, que puede ser un factor importante que contribuya a la sensación de conexión. Actualmente, en los ensayos clínicos estamos probando la hipótesis de que esta experiencia contribuye a la eficacia de la terapia asistida con psicodélicos.»

En una exitosa serie de estudios de Johns Hopkins sobre psilocibina y adicción a la nicotina, los participantes «identificaron los factores sociales, i. e. fumar como una forma de conectar con otras personas, que contribuían a la adicción.»16 Informaron de que los sentimientos de amor y conexión con su entorno y con otras personas  inducidos por la psilocibina, independientemente del tabaquismo como factor social, eran importantes para dejar de fumar.17 «La psilocibina podría haber restablecido el procesamiento de la recompensa social, ayudando así a los pacientes a superar la adicción», especula Preller. «Mi esperanza es que la terapia se centre más en la cognición social y en el entorno social de los pacientes. Por ejemplo, el entrenamiento sociale puede tener como objetivo restaurar el procesamiento de la recompensa social en pacientes adictos y ayudarles a reconectar con su entorno social.»

Las investigaciones sobre la ínsula y la interocepción social sugieren que el cuerpo es el principal canal a través del cual deben producirse estos cambios y que los sentimientos de amor y conexión son exactamente eso: sentimientos. Parece que debemos sentir la recompensa social y retenerla en nuestro cuerpo para dejar de necesitar su sustitución. Puede que al hacerlo restauremos algún tipo de ajuste predeterminado. Por lo que sabemos, la “conexión” podría no ser en absoluto un sentimiento añadido sino una sensación primordial y esencial de que el yo es una construcción social. Aunque puede que este sea un sentimiento nuevo para la psique, el trabajo de Oldroyd sugiere que no se trata de un sentimiento nuevo para el cuerpo. Quizá por eso las experiencias psicodélicas pueden resultar tan profundaspara algunos: en el fondo, es una sensación que el cuerpo conoce de siempre.

De la conectividad global a la plasticidad local

En abril de 2019, investigadores de la Universidad Johns Hopkins publicaron un estudio en animales que demostraba que la MDMA reabre un “periodo crítico” en el que el cerebro del ratón es sensible al aprendizaje del valor de la recompensa de las conductas sociales.18 Aunque se trata de un estudio neurobiológico que atribuye la reapertura a una mayor plasticidad cerebral inducida por la oxitocina, el mecanismo conductual suena muy parecido a la teoría de la interocepción en la infancia de Oldroyd: los periodos críticos se describieron por primera vez en las crías de ganso nival en la década de los treinta, cuando se descubrió que estas formaban un vínculo con un objeto si su madre desaparecía 24 horas después de su nacimiento, pero no 48 horas después. Podemos imaginar qué gansos serán más capaces de socializar sus señales corporales al llegar a la edad adulta, suponiendo que tengan suficiente conciencia de sí mismos como para hacerlo. En el estudio de Hopkins, los ratones adultos a los que se les había administrado MDMA mostraron un comportamiento prosocial que normalmente sólo se observa en los jóvenes. Dicho comportamiento dio lugar a asociaciones positivas entre el compañerismo y una forma particular de preparar el lecho. La neurocientífica Gül Dölen y su equipo descubrieron que esto sólo ocurría si la droga se administraba a los ratones cuando estaban con otros ratones y no si se les daba cuando estaban solos. «Esto sugiere que la reapertura del periodo crítico utilizando MDMA puede depender de si los animales están en un entorno social», afirma Dölen.

Terapia corporizada en entornos sociales

Aunque Dölen sugiere que este tipo de tratamiento puede funcionar en los seres humanos y fortalecer el vínculo entre el psicoterapeuta y el paciente, yo diría que también es un caso orientado a un tipo de terapia completamente diferente, en la línea de la terapia social corporizada o el trabajo corporal en grupo dirigido por psicoterapeutas. El aprendizaje de la recompensa social se produce a través del cuerpo, en un entorno social, en gran parte porque socializamos a través del cuerpo desde una edad muy temprana. Si el objetivo terapéutico es la conexión social adaptativa, ¿por qué no hacer más hincapié en la conexión como terapia?

De hecho, parece cuestionable que debamos curarnos como sujetos aislados cuando hemos nacido para establecer vínculos y el resto de nuestras vidas se construye en torno a la conexión. Por muy buena que sea la relación con el terapeuta, la dinámica suele ser la de un objeto que es examinado exhaustivamente con un microscopio. La terapia moderna todavía huele a estigmatización y cuarentena: nuestros problemas son tan privados que deben mantenerse en secreto. Incluso la terapia de Experiencia somática, que al menos nos revela estos problemas a través del cuerpo, trata en gran medida a cada persona de forma aislada. No necesariamente tenemos que compartir nuestros problemas para sanar. De hecho, algunos pacientes con TEPT se vuelven asintomáticos después de someterse a sesiones de terapia asistida con psicodélicos en las que no se intercambian palabras.19 Pero es posible que sólo podamos reabrir las puertas del aprendizaje social —y curarnos de las enfermedades sociales— a través del cuerpo, de la conexión con los demás y de esa parte del cerebro que tan irónicamente parece estar sola.