Reseña bibliográfica del libro La serpiente cósmica, del antropólogo Jeremy Narby en el que el autor hace una investigación multidisciplinar para acercar el conocimiento chamánico a la ciencia
por Carla Escursell
El libro La Serpiente Cósmica narra en primera persona el trabajo de investigación llevado a cabo por el antropólogo Jeremy Narby tras una estancia con el pueblo ashaninka de Quirishari en la selva peruana y haber experimentado una sesión de ayahuasca. El libro es una empresa ambiciosa, dado que el autor intenta acercar al saber racional de la ciencia occidental el saber chamánico proveniente de la experiencia.
Viendo que los chamanes se remiten a las plantas visionarias como la fuente de donde extrajeron las pautas para elaborar preparaciones como el curare, de cuyo principio activo ha acabado sirviéndose la industria farmacéutica para elaborar anestesia, el antropólogo se plantea las siguientes cuestiones: ¿cómo la denominada experiencia alucinatoria puede contener conocimiento empírico demostrable? ¿Cómo desentrañar el proceso mediante el cual recibimos la información proporcionada por las plantas?
Para ello, el autor debe desprenderse de la propia manera de mirar y entender el mundo, debe dejar de banda el racionalismo y revisitar las enseñanzas de los chamanes con nuevos ojos, con una mirada que integre lo que los científicos desacreditan de entrada por hablar de espíritus o servirse de un lenguaje que no es afín al oído occidental.
En esa búsqueda, el autor entiende que al no ser los lenguajes traducibles, debe fijarse en la forma de las enseñanzas. Siendo así, las visiones recurrentes de serpientes fluorescentes de que es testimonio casi todo aquel que haya tomado ayahuasca dan pie a ligar este elemento recurrente en la cosmología de la mayoría de culturas y de la psique humana en general con lo que la ciencia acepta como el código de la vida, dos serpientes entrelazadas, la forma que presenta el ADN.
J. Narby establece conexiones totalmente inesperadas, puesto que repara por ejemplo en la similitud de las visiones bajo los efectos de la ayahuasca y las imágenes observadas por la biología molecular, ciencia que estudia el ADN. Con ello abre nuevos debates, ¿podrían las plantas visionarias realmente mostrarnos de qué estamos hechos? ¿Puede ser que contactemos con una inteligencia inherente en la materia que la ciencia no ha llegado a descifrar? Hay aún muchos puntos muertos que la ciencia no puede alumbrar como por ejemplo que la gran mayoría del genoma se considera ADN basura, puesto que no se ha conseguido desentrañar su significado. He ahí cómo la ciencia desecha todo lo que no puede ser racionalizado perdiéndose así información valiosa a la que otras formas de conocimiento pueden haber accedido.
Para establecer dicha conexión, el autor se basa en diversos hallazgos como por ejemplo el doble significado de la palabra azteca coatl que es a la vez gemelo y serpiente, puesto que estamos hablando de dos serpientes entrelazadas que reaparecen a lo largo y ancho del globo, desde Egipto hasta los aztecas pasando por el caduceo griego, los aborígenes australianos, el conocido símbolo del yin y el yang en China o la serpiente Kundalini de los hindúes.
Escaleras, serpientes invisibles, lianas entrelazadas (como la de la planta de yagé), esa forma que ha sido usada incansablemente en la mitología para explicar el origen de la vida, deja de ser únicamente parte de lo mitológico y lo onírico y traspasa al reino del laboratorio y la bata.
Y no solo eso, los indígenas se refieren a la ayahuasca como la televisión de la selva, algo que cobra sentido al ver que el ADN emite fotones y que estos podrían ser captados por las neuronas al estar estimuladas por los efectos de la nicotina o el DMT. De ser esto cierto, el autor propone la siguiente pregunta: ¿y si el ADN, estimulado por la nicotina o la dimetiltriptamina, activa no solamente sus emisiones de fotones (que inundan nuestra conciencia bajo forma de alucinaciones), sino también su capacidad de captar fotones provenientes de la red global formada por el conjunto de los seres vivos conformados a base de ADN? Es decir, puede que estemos recibiendo información de lo que llanamente llamaríamos el cosmos.
Este relato anima a enfrentarnos al misterio con nuevos ojos y abre nuevas vías de exploración a la ciencia, que ha sido miope al quedarse anclada en férreos dogmas y maneras de hacer. Si la ciencia revisita y el saber chamánico, puede que llegue la hora de dejar de usar la palabra “alucinación” cuando nos referimos a lo percibido bajo los efectos de los enteógenos.